lunes, 2 de abril de 2018

“SI EMOCIONA PENSARLO, IMAGÍNATE HACERLO”


*Maravilloso artículo publicado en el nº58 de El MUSO por nuestra compañera Marta Romero

Real Academia Española de la Lengua, “Viajar: Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción.”

Allí estaba yo, frente a la pantalla de mi ordenador, intentando comprender todo lo que estaba sucediendo.
Y es que hacía tan solo dos días que alguien, no tenía muy claro quién era, ni de dónde había salido, (aunque lo cierto, es que se trataba de ese tipo de persona que transmite confianza, y quizás un poco de locura), se había pasado por el pabellón de ciclos para presentarnos su proyecto, bueno, aún solo se trataba de un sueño muy bien alimentado por la ilusión.
Después de múltiples fotos, para las cuales ni siquiera tengo palabras que las describan, un par de anécdotas y un incesante brillo en sus ojos que revelaba sinceridad y entusiasmo, nos ofreció la posibilidad de formar parte de eso que él estaba organizando.
Wow, pensé. Madre mía, qué locura. ¿Un viaje a Ecuador?¿7 días en la Amazonía?¿El centro del mundo?¿Kichwas? IMPRESIONANTE.
Esa misma noche reflexioné sobre ello, me pareció increíble, y me moría de ganas por ver todo aquello con mis propios ojos. Pensé en planteárselo a mis amigas al día siguiente, sabía que era un disparate, pero ¿Y qué?, todos sabemos que las grandes locuras dejan buenos recuerdos.
Tras multitud de argumentos, millón y medio de fotos, otras tantas súplicas y ruegos, ninguna accedió.
Rabia, rabia era lo que sentía.
Era totalmente consciente de que aquello que nos había contado ese señor algo despeinado y amigable, se llamaba OPORTUNIDAD (si, así en mayúsculas). ¿Y desde cuando se desaprovechan?
No me lo iba a permitir.
Viajar se puede hacer siempre, pero con esas condiciones estaba segura de que no volvería tener la ocasión.
De nuevo en la cama, y con los ojos como platos, no paraba de darle vueltas en mi cabeza. No tenía nada claro, pero si algo saqué en conclusión, fue que todo eso merecería la pena, estaba segura que si dejaba escapar la oportunidad, me arrepentiría durante toda mi vida. Así que conté algo de dinero que tenía ahorrado y decidí que era el momento de invertirlo en cruzar el charco.
Sí, yo sola, no necesitaba nadie más, sería yo y solo yo, quien cumpliese mis sueños, y me daría la oportunidad de conocer a gente nueva, lo que aumentaba aún más la emoción del viaje.
Según me levante, le dije a mi madre: “Mamá me voy a apuntar al proyecto de Ecuador”. ¿¿¿Que te vas a Ecuador???. Que me voy.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que quien había escrito la definición de “viajar” no lo había hecho nunca, y no tenía ni idea de la de cosas que encierra la palabra.




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