*Maravilloso artículo publicado en el nº58 de El MUSO por nuestra compañera Marta Romero
Real Academia Española de la Lengua, “Viajar:
Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de
locomoción.”
Allí estaba yo, frente a la pantalla de mi
ordenador, intentando comprender todo lo que estaba sucediendo.
Y es que hacía tan solo dos días que alguien,
no tenía muy claro quién era, ni de dónde había salido, (aunque lo cierto, es
que se trataba de ese tipo de persona que transmite confianza, y quizás un poco
de locura), se había pasado por el pabellón de ciclos para presentarnos su
proyecto, bueno, aún solo se trataba de un sueño muy bien alimentado por la
ilusión.
Después de múltiples fotos, para las cuales ni
siquiera tengo palabras que las describan, un par de anécdotas y un incesante
brillo en sus ojos que revelaba sinceridad y entusiasmo, nos ofreció la
posibilidad de formar parte de eso que él estaba organizando.
Wow, pensé. Madre mía, qué locura. ¿Un viaje a
Ecuador?¿7 días en la Amazonía?¿El centro del mundo?¿Kichwas? IMPRESIONANTE.
Esa misma noche reflexioné sobre ello, me
pareció increíble, y me moría de ganas por ver todo aquello con mis propios
ojos. Pensé en planteárselo a mis amigas al día siguiente, sabía que era un
disparate, pero ¿Y qué?, todos sabemos que las grandes locuras dejan buenos
recuerdos.
Tras multitud de argumentos, millón y medio de
fotos, otras tantas súplicas y ruegos, ninguna accedió.
Rabia, rabia era lo que sentía.
Era totalmente consciente de que aquello que
nos había contado ese señor algo despeinado y amigable, se llamaba OPORTUNIDAD
(si, así en mayúsculas). ¿Y desde cuando se desaprovechan?
No me lo iba a permitir.
Viajar se puede hacer siempre, pero con esas
condiciones estaba segura de que no volvería tener la ocasión.
De nuevo en la cama, y con los ojos como
platos, no paraba de darle vueltas en mi cabeza. No tenía nada claro, pero si
algo saqué en conclusión, fue que todo eso merecería la pena, estaba segura que
si dejaba escapar la oportunidad, me arrepentiría durante toda mi vida. Así que
conté algo de dinero que tenía ahorrado y decidí que era el momento de
invertirlo en cruzar el charco.
Sí, yo sola, no necesitaba nadie más, sería yo
y solo yo, quien cumpliese mis sueños, y me daría la oportunidad de conocer a
gente nueva, lo que aumentaba aún más la emoción del viaje.
Según me levante, le dije a mi madre: “Mamá me
voy a apuntar al proyecto de Ecuador”. ¿¿¿Que te vas a Ecuador???. Que me voy.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que
quien había escrito la definición de “viajar” no lo había hecho nunca, y no
tenía ni idea de la de cosas que encierra la palabra.